La quema, descontrolada y criminal, que se expande compulsivamente por varios rincones del mundo, llego también a las montañas andinas cochabambinas de Pocona y Apote. La cordillera de los andes es la medula existencial para las amplias poblaciones que habitamos este territorio expandido. En ella residen apus, wakas y apachetas, quebradas y glaciales, bosques y animales, que acompañan y permiten nuestra sobrevivencia. Que el incendio agreda este complejo entramado de existencias, no solo suma a la catástrofe actual cada día amplificada, si no que transforma significativa e históricamente este sostén material y milenario.
Las montañas de Apote Norte están muy cerquita de la ciudad de Cochabamba, convive con los incendios desde hace muchos años. Es parte de la última franja de asentamiento humano (fuera del parque), y lidia su ecosistema entre la urbanización múltiple, la agricultura y la reserva. Este lunes 5, cerca al medio día, las casas que habitadas esta zona vieron una luz inusual que avanzaba sobre ellxs. Las quemas en las faltas del parque Tunari están asociadas a la expansión de la mancha urbana, sea por el loteamiento, o el cerco a áreas de pastoreo que se ven “empujadas hacia arriba”. Esta vez, por la cercanía a las casas y por la capacidad organizativa que fueron adquiriendo estos años sus habitantes (con la conformación de bomberos comunarixs) el incendio pudo ser controlado rápidamente. Cosa que no está sucediendo en Pocona, valle rural, que pese a contar con un historial discontinuo de incendios, no está pudiendo controlar el fuego que devora sus montañas desde ese mismo lunes 6.
A continuación, les compartimos un reporte en crónica, a dos voces desde el lugar de los hechos.
Apote
Hay una época de lluvias, otra en la que hace frío, un tiempo en el que las plantas florecen … y otro en la que los cerros se queman, así de normalizado lo tenemos. Cómo si los incendios fuesen parte de los ciclos naturales. Las distintas montañas y quebradas de la cordillera del Tunari, arden año tras año, bosques y pajonales. Quemas que en su mayoría pasan desapercibidas. Quienes vivimos en las faldas o “arriba” pasamos varios meses observando, alertando, apagando. Con un nudo en el estómago, con tanta impotencia como temor.
Comienza octubre, pareciera que la alerta mayor ya pasó. Pero en un segundo todo se nubla. Desde la puerta de casa la luz es de incendio, la mezcla de sol, humo y llamas cerca es inconfundible. El fuego avanza rápido y está muy cerca. Correr subir, desalojar, las wawas fuera. Avisar, avisar. vecinxs corran. Desde el incendio, el gran incendio del 2016 la conciencia es mayor, y la capacidad de reacción también, pero el número de incendios no descendió.
En Apote hay dos grupos de bomberxs de las comunidades, en este caso, con el fuego tan cerca de las casas, llega además mucha más gente de abajo, de arriba, de todos lados, como hormiguitas. Algunos grupos de bomberos o de rescate, pero sobretodo vecinxs. Ramas, mochilas…lo que haya. El fuego crepita, se lo come todo. Feroz y veloz. El viento agita, humo por todas partes.
En unas pocas horas un cerro más, negro.
Esta vez, se logra apagar a tiempo, porque la organización comunal es fuerte, a tan solo unos pocos metros de las casas, árboles, y sembradíos arrasados, animalitos calcinados. Personas en riesgo.
“Una travesura” dicen unos, “quema para que rebroten pastizales”, dicen otros. Se especula sobre el punto exacto en que comenzó, dicen a ver visto a alguien… Finalmente nada, nada de nada. Pacto de silencio, de porque estos cerros, y tantos otros están ardiendo.
Pocona
Este lunes 5, visibilizamos el fuego por primera vez en una parte de la montaña, aunque aún se la veía lejos la fuerza inclemente del viento, nos traían restos de vegetación quemada y el olor a humo. Desde entonces muchas lagartijas aparecen a nuestro alrededor.
Los incendios por esta zona no son tan recurrentes como en otras, pero cuando acontece es de manera devastadora. Generalmente se asocia su causa al chaqueo que se viene extendiendo y popularizando como práctica local. Esta vez se especula que el fuego vino del otro lado de la cordillera, y aunque existen rumores que asocian su origen al “narco” aún desconocemos el motivo de su explosión.
Una explosión que aún no ha parado. Los pajonales de las cumbres, los arbustos locales, los bosques nativos de las quebradas, el habitad de venados, liebres, víboras, lagartijas, pájaros y tantos insectos, son los que ahora arden. ¿Qué culpa tiene los animalitos? Se pregunta uno de los jóvenes comunarios que más veces ha subido la montaña. A muchxs se les aviva el miedo cuando el fuego desciende cerca a las faldas y rodea o quema sus bosques sembrados de eucalipto y pino y amenaza las casas que ahí permanecen. Los grupos para apagar el incendio se movilizaron desde el martes, principalmente entre comunarixs y algunos trabajadores de la alcaldía, para el miércoles recién lograron llegar bomberos del SAR y el jueves una brigada de la gobernación, todxs en primera línea en busca de sofocar a estos focos saltarines de fuego que se expanden aleatoria y corrosivamente en la amplia masa de las montañas y quebradas. “Hay lugares inaccesibles pura peña es” nos cuentan “hay unas espinas que se meten a tu carne siempre”.
Cuando llegan los amaneceres respiramos rasgando la esperanza porque apenas humea uno o dos o hasta 5 puntos chiquititos, pero llegando las 11 el viento transforma precipitosamente el escenario, lo agita todo y para el final de la tarde nuevamente existen franjas, manchas extensas de fuego vivo que arden toda la noche. Así fueron transcurriendo estos dolorosos 6 días con sus noches.
Ayer sábado, los bomberos volvieron a la ciudad. En una reunión comunal muy cerca de uno de los focos, algunxs de lxs más jóvenes intervienen la agenda del día para proponer acciones contra el incendio, son silenciados por un ingeniero que viene a organizar la entrega del proyecto de “manejo de cuencas”, vaya paradoja de estos tiempo, mientras habla del wiski y la parrillada para la gobernadora en el futuro acto de entrega, lo hace dando la espalda a esas cuencas que ahora arden y le permitirán apadrinar la fiesta. Cerca al medio día, autorganizadxs nomas, partió un grupo de 10, rumbo a la línea de fuego todxs son de la comunidad, lograron apagar un parte…pero ese crujido y ese amarillo penetrante en medio del manto de la noche no cesa. A pesar de los titánicos esfuerzos de humanxs chiquititxs, la ignominia de la sordera de los poderes grandes azuza cómplice y provocador este fuego que continua.