un colaboración de Sofía desde la ciudad Monstruo
Es una pequeña calle del centro de la Ciudad Monstruo (Ciudad de México, capital de este país para quienes no la conocen), lleva por nombre “República de Cuba”. A poco caminar ves a lo lejos unos tablones blancos que parecen obstruir el paso, será la señal de que estás por llegar.
En muchos medios leeremos que ese lugar es nombrado como la CNDH (Comisión Nacional para los Derechos Humanos), y que lo que ahí ocurre es una “toma” de dicho espacio. Pero aquí partiremos de darle fuerza a nuestros deseos, y desde ahí es que nombramos que a lo que nos referimos es a la Okupa “Casa de refugio Ni Una Menos”, ex-CNDH.
Desde el 4 de septiembre, un grupo de mujeres, de identidades varias, desde madres de desaparecidxs, o quienes perdieron a sus hijas a causa de un feminicidio, mujeres que han vivido agresiones sexuales o que por los muchos otros motivos se han organizado para enfrentar a la violencia patriarcal, decidieron tomar ese edificio con la certeza de que era un espacio con el que se podía hacer mucho más de lo que dicha institución pretendía estar haciendo; convertirlo de verdad en un lugar que sea refugio, un punto de encuentro, algo más que un edificio que alojara burocracia.
En realidad, ese grupo de mujeres acudieron en apoyo a dos madres que, justo ante la burocratización de su dolor y necesidad de justicia, decidieron negarse a dejar las instalaciones; una de ellas amarrándose a una silla, y la otra poniéndose en huelga de hambre, para mantenerse ahí hasta recibir la atención que necesitan y merecen. Esas dos madres fueron Marcela Alemán, madre de Lya una pequeña abusada sexualmente en su kinder; y Silvia Castillo, madre de Alan un joven asesinado; ambos casos ocurridos en el estado de San Luis Potosí (a unas 5hrs aproximadamente de la capital).
La noticia corrió rápido, porque la realidad en México es que motivos sobran. En una fotografía de la fachada de la Casa de Refugio, vemos ejemplos de esos otros motivos. “Ni una Chuy menos”, que hace alusión a María de Jesús Jaimes Zamudio –Marichuy– estudiante universitaria asesinada en el 2016 y cuyo caso, a decir de su madre Yesenia Zamudio, ha sido alargado y entorpecido como suele pasar con muchos. Yesenia es una de las voces más fuertes y funge como vocera del Frente Nacional Ni una Menos. También se lee “Las niñas no se tocan”, que nos recuerda tanto el caso de Lya, como el de la hija de Ericka Martínez, la madre de una niña que a los 7 años fue abusada sexualmente y cuyo proceso de justicia también ha sido truncado; ella quien a raíz de eso iniciaría el proyecto llamado “Muñeca empoderada”.
Otros motivos quizá sin rostro, anuncian también un reclamo “Dónde están mis compas”, “No es No”, “Si tocan a una respondemos todas”. Y la palabra Justicia acompañada de otros nombres, que expresan las muchas causas contenidas.
Como dije, motivos sobran.
Muy en lo alto, debajo de una bandera morada con un símbolo que hace alusión al anarcofeminismo, pintaron esas siglas que se han hecho tan comunes alrededor del mundo: ACAB.
Nos recuerda aquel grito inspirado por la rabia contra las fuerzas policiales en México, “Me cuidan mis amigas no la policía”; que retumbó con especial fuerza hace poco más de un año, a raíz de una violación perpetrada por 4 policías contra una joven de 17 años, cuya información además fue filtrada a los medios. Y fue entonces cuando la sensación de inseguridad y de desprecio que se tenía ya hacia la fuerza policial, se desbordó provocando una serie de movilizaciones de mujeres cada vez más potentes, cada vez con menos miedo, cada vez con más ira.
Así se ha seguido hasta la fecha, aunque se ha debido bajar la intensidad a razón de la pandemia. Vale la pena decir que antes de esta toma de la Casa de Refugio, otras agrupaciones feministas sostuvieron algunos plantones frente al Palacio Nacional siguiendo los mismos motivos: evidenciando la negligencia y la incapacidad para resolver los casos de feminicidio, de abuso sexual a las infancias, dar búsqueda a lxs desaparecidxs, o atender prudente y empáticamente a las familias y personas solidarias que acompañan esos procesos.
Es así como la okupa Casa de refugio, conjuga muchos momentos de lucha, muchos más de los que les pueda plantear en este pequeño escrito.
En términos de lo concreto, en la Casa de Refugio Ni una menos, convergen distintas agrupaciones, y aunque todas se encuentran en la necesidad de la organización y la lucha, esa diversidad genera una serie de demandas también amplias. Por una parte están los casos articulares, como sería la resolución y acompañamiento eficiente de los procesos legales de las familias que se conjugan por ejemplo en el “Frente Ni una Menos”; o el caso de la exigencia de libertad de la compañera Tania Elis Hernández, participante de una de las tomas feministas universitarias que también hacen parte de los momentos inmediatamente previos a esta toma y que permanece recluida en un penal de alta seguridad desde el 25 de agosto
Demanda esta última que es especialmente impulsada por las mujeres que se agrupan bajo la forma potente y abstracta del “Bloque negro”. Integrantes también de quienes permanecen en la Casa.
A razón de esa diversidad de demandas, en un principio en la okupa se manejó un pliego petitorio, que de hecho fue entregado y aceptado por las autoridades; en ese primer momento se mencionaba que existía la posibilidad de devolver el inmueble. Sin embargo es importante decir que para estas fechas esa posibilidad se ha esfumado; y que quienes sostienen la Casa Refugio, aunque han podido reunirse e instalar mesas de trabajo con la Secretaría de Gobierno, han anunciado desde un principio que ya no está en discusión la posibilidad de devolver el edificio. El deseo de muchas, es que esa posición se mantenga.
Hay entonces un trabajo doble, por una parte las compañeras que se quedan dentro de la Casa que en este momento siguen vigilantes de un posible desalojo; y quienes estamos fuera, apoyando y siendo parte de otras formas. Desde el primer día se lanzaron peticiones de apoyo solicitando alimentos, ropa, colchonetas, cobijas, etc. apuntando a que las familias que vayan llegando puedan tener un lugar donde descansar, y comida con que alimentarse. A partir de esas necesidades concretas, en pleno momento pandémico, la okupa ha conminado a variedad de colectivas e individualidades, a moverse y organizarse para mantener el espacio de las formas en las que se nos puedan ocurrir. Así, llegan a la Casa para entregar despensas, ropa y demás, personas muy variadas, mujeres que llegan solas, o con sus hijas, algunas veces familias enteras que una no sabe si hicieron el viaje sólo por eso o si es un agregado a su visita al centro, como sea resulta interesante. En la mayoría de los casos se acercan sólo mujeres a entregar las cosas, incluso si ellas vienen con algún acompañante hombre. Fue también emocionante que bajo esa misma consigna de apoyo en cualquiera de sus formas, que conscientes de la necesidad de abrazar la existencia de la Casa Refugio, ocurrieran a los largo del país intervenciones de las representaciones de la CNDH; y de pronto nos llegaron fotografías y videos de pintas en sus edificios, de clausura de oficinas, y otros intentos de ocuparlos que hasta el momento no se han podido concretar.
Ciertamente la toma de la Casa Refugio nos ha dado grandes momentos de alegría, y nos ha permitido recuperar el aliento a pesar del periodo de aislamiento y detención de la vida que ahora parece sólo querer aplicarse cuando se trata de la organización y la protesta social. Otro de esos momentos tuvo que ver con el desacato de aquellas mujeres al blasfemar sobre figuras patrióticas; por un lado la intervención de algunos cuadros de personajes históricos –todos hombres dicho sea de paso– que se encontraron dentro de las instalaciones, y que causaron tremenda indignación por ser personajes muy respetados para aquellas personas que detenta respeto al sentido de nación, y que ellas respondieron poniéndolos en subasta para obtener recursos para la Casa. El segundo de esos momentos fue la realización de lo que se llamó “La antigrita”, el 14 de septiembre en el marco de las fiestas patrias que aquí celebran la independencia de la intervención española colonial, justo con un grito encabezado por el presidente en turno; evento que conminó en las afueras de la casa a cientos de mujeres, para cantar con algunas artistas feministas, escuchar los testimonios de las familias y las integrantes de las colectivas que mantienen la toma, y recordar que no hay nada que festejar.
Ese pequeña calle del centro de esta Ciudad, es ahora un espacio de reunión, ese pedazo de calle es un lugar donde de alguna manera te sientes segura, acompañada. A pesar de estar rodeada de negocios que siguen su vida, parcialmente dado que una parte esta cerrada al paso vehicular, hay un cambio en el espacio; quien lo camine se da cuenta que ahí algo se mueve –estén o no de acuerdo–.
Afuera y adentro hay actividades, bordado, serigrafía, danza aérea o simplemente quedar con tus amigas de ir a la okupa, en sentarte ahí y ver la vida pasar.
Como seguro muchas otras en otros países, acá en México la calle es un lugar que no nos pertenece. Deseamos que sean nuestras, no tener que vivir alertas de cómo y en qué condiciones psicoemotivas y físicas, si es que lo lograremos, volveremos a casa, pero esa es la sensación que permanece; y que no necesariamente se esfuma al llegar a casa, que también suele ser un lugar peligroso –más ahora que estamos confinadas–. Así es aquí, donde hasta lo que va del año han asesinado a 2240 mujeres según datos oficiales, 11 mujeres al día, aunque sólo 566 sean tratados como feminicidios ante la discusión de la capacidad de los sistemas de justicia de si quiera ser capaces de implementar una perspectiva de género en su tratamiento de los asesinatos (Aquí algunas fuentes autónomas del feminicidio en México: http://mapafeminicidios.blogspot.com/p/inicio.html https://www.observatoriofeminicidiomexico.org/). Aquí, en donde se dice que el 65% de las infancias menores de 14 años han sufrido violencia dentro de sus hogares.
Así que la toma de un espacio, la extensión de la Casa Refugio a la calle, implica mucho ya sólo en su presencia. Lo que siga, lo que ese lugar permita es una realidad en construcción. No hay nada dado más que la expectativa y el deseo de que sea un lugar que nos pertenezca a todas, en donde podamos tejer redes que nos permitan sentirnos acompañadas en la sobrevivencia a la que nos orilla habitar esta geografía. La Casa refugio, la Okupa, será lo que de ella se vaya haciendo.
*Actualización:
La Casa Refugio es un proceso en construcción que como tal encuentra también en esa diversidad contradicción y tensión. En los últimos días, a partir del 14 de septiembre, han ocurrido una serie de discusiones públicas a pesar de lo cual quienes se mantienen en la toma, y quienes la sostenemos desde fuera, nos mantenemos con la convicción de seguir trabajando en ella, con las mismas apuestas que se tenían desde el principio. En estos momentos sigue habiendo mucha confusión, pero también mucha necesidad de mantenernos alertas y dispuestas a sostener el apoyo con la disposición de aprender lo que se deba de esta experiencia. La okupa sigue.