Acorde a las políticas de exponencial aumento de la frontera petrolera en el país, el pasado jueves 12 de abril, el gobierno boliviano ha firmado un convenio con la empresa canadiense Cancambria, para la exploración de gas esquisto o pizarra en el yacimiento Miraflores, el cual, explica el investigador del CEDIB, Jorge Campanini, está situado en Macharetí en el Chaco Boliviano.
El fracking es una tecnología extrema para la obtención de energía extrema, es decir, no solo es que ha llegado a usar miles de millones de litros de agua y químicos peligrosos que afectan el bienestar de humanos y no humanos, sino que es una de las formas de sobre explotación y transformación de territorios en zonas de brutal expoliación. Por medio de ella, el mundo capitalista, y multimillonarias empresas transnacionales en particular, sostienen un modelo energético basado en el consumo de combustibles fósiles, contaminantes y responsables del cambio climático.
La explotación de gas shale o gas esquisto, necesita no solo métodos de extracción altamente contaminantes, como el fracking, o “fractura hidráulica”, sino su ingreso a zonas como los polos norte y sur del planeta, aguas profundas (offshore), así como a áreas protegidas, poblados enteros, territorios indígenas o zonas de producción campesina: “entraña cada vez mayores riesgos geológicos, ambientales, laborales y sociales”.
Mientras se suceden declaraciones del Ministro de Hidrocarburos, sobre que Bolivia poseía una cantidad astronómica de gas shale o esquisto, la cual sobrepasaría la cantidad de reservas del yacimiento argentino de Vaca Muerta y la respuesta del ministro argentino Juan José Aranguren, ambos pensando en la competencia por el mercado brasileño; las poblaciones afectadas en el vecino país por el mega emprendimiento de Vaca Muerta en Neuquén, viven la conversión de sus hogares en zonas altamente industrializadas, perforadas, invadidas por el constante paso de camiones de alto tonelaje, y contaminadas por los químicos que usa el fracking.
Bolivia: hacia los extremos del extractivismo energético
El actual gobierno boliviano, como ningún otro en el país, avanzó en la posibilidad de exploración de no convencionales. El 2013, el gobierno nacional, -a través del entonces gerente de la Vicepresidencia de Control, Administración y Fiscalización de YPFB, Luis Alberto Sánchez, ahora ministro de Hidrocarburos-, había anunciado que iniciarían los estudios sobre la existencia de gas esquisto en la formación Los Monos, que se halla en la cuenca geológica del Chaco, que comparten Paraguay, Argentina y Bolivia. Ese mismo año, el gobierno firmó convenios con Argentina sobre la exploración de potencialidad de gas esquisto y capacitación técnica en esta área. Así mismo la empresa nacional YPFB había presentado ese 2013 un estudio sobre las primeras consideraciones para iniciar exploraciones de gas shale en el chaco boliviano. Si bien el ex ministro Juan Ramón Quintana había afirmado el 2015 que el fracking no se aplicaría en el país, el 2013, YPFB Chaco, subsidiaria de YPFB, con la empresa norteamericana Halliburton, realizó una “minifractura” en el pozo Ingre X-2, en el departamento de Chuquisaca, lo cual, según datos había permitido que se descubran reservas de “tight oil”, arenas compactas, que, sin embargo, no resultaron ser económicamente rentables. Esta mini-fractura, anota el investigador Marco Octavio Ribera, se realizó sin consulta previa con las poblaciones del lugar.
Estas pruebas iniciales sobre exploración de no convencionales, forman parte de un avance exponencial de la frontera petrolera en Bolivia estos últimos años. Jorge Campanini, en su exposición del pasado 8 de marzo de este año en la ciudad de La Paz, explicó que las políticas en cuestión de hidrocarburos han implicado la aprobación de leyes y reglamentos que no solo permiten la apertura de áreas protegidas a actividades hidrocaburíferas de empresas como Shell, Petrobras o Repsol en asociación con la empresa estatal YPFB, sino que modifican, flexibilizándolos, marcos ambientales para dichas actividades. Los planes de exploración hidrocarburífera avanzan sin pausa, el periódico el Deber señala que el gobierno boliviano ha concretado 20 nuevos contratos, en los últimos años, para actividades hidrocarburíferas, ocho de ellos en Tarija, de los cuales dos están en la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía.
La expansión de la frontera petrolera hacia el corazón de la Amazonía en la Cuenca del Madre de Dios, es otra de las claves para referirnos al carácter de la agudización del régimen extractivista en Bolivia, un proceso de ocupación de territorios indígenas para su transformación en zonas de extracción de materia primas, y la amenaza de genocidio contra un pueblo no contactado. El ingreso de las exploraciones de hidrocarburos a la amazonía y ahora la exploración de no convencionales, son pasos rumbo a un “hiperextractivismo” que recurre a técnicas extremas.
La caída de los precios del gas, explica Campanini, frenó el lobby a favor del fracking, sin embargo éste es nuevamente retomado ahora. Un estudio de una consultora mostraba reservas de no convencionales en el pozo Pando X1. (Mapa 1) El Agencia Internacional de Energía que realizó un estudio en varias zonas, (Mapa 2), afirmaba que hay 48 TCF de no convencionales en la cuenca del Chaco, de las cuales eran recuperables 37 TCFs, situando a Bolivia en el quinto país de América Latina con mayores reservas de gas shale. Esto se hallaría en la estructura geológica de Los Monos, que sería la que tendría las cualidades para contar con potencial de no convencionales. El estudio que realizó YPFB por su parte, concluye que la zona con menor riesgo de exploración de no convencionales vendría a ser la zona del trópico, el área de la llanura del “Boomerang”, de acuerdo a datos brindados por Campanini. También se habló del parque Aguaragüe, pero que al ser un una estribación serrana no es apta para la explotación por fracking que por lo general se hace en llanos.
Las declaraciones del Ministro Sánchez en marzo de 2018, hacían referencia a que Bolivia estaría en condiciones de anunciar un yacimiento de gas shale más grande que el de Vaca Muerta en Argentina: “Creo en las próximas semanas vamos hacer un anuncio importante, que Bolivia tiene una Vaca Muerta más grande”, afirmando que Bolivia no podía estar al margen de estudios sobre no convencionales y desestimando las previsiones sobre afectaciones socioambientales. Esos mismos días el presidente de la estatal YPFB también había adelantado que se suscribiría un memorándum de entendimiento con la empresa canadiense Cancambria Energy Corporation, el cual debió concretarse el 6 de marzo, pero finalmente se consolidó el 12 de abril.
La empresa Cancambria, que firmó un convenio de intenciones con YPFB y YPFB Chaco, y trabaja en exploración de hidrocarburos no convencionales en varios países del mundo, informó ese día que el área Miraflores, situada en Macharetí (departamento de Chuquisaca), tendría un potencial de 100 TCFs de gas no convencional. Zona donde existen territorios indígenas titulados, explica Campanini.
“Nuestro objetivo es evaluar recursos no convencionales a gran escala en el área de Miraflores, basados en nuestros estudios, actualmente creemos que los recursos in situ, en el área de Miraflores, podrían exceder los 100 trillones de pies cúbicos (TCF´s) y más aún en la realidad del Chaco”. declaraba el CEO de la empresa, Cristopher Cornellius, quién informó que se planea perforar varios pozos en los siguientes 25 años, actividad que necesitará una inversión de varios millones de dólares. Cornellius auguró además, que con la exploración de muchos pozos se generarían posibilidades de empleos, actividades que solo podrían ser realizadas con el apoyo de las“comunidades locales”.
Aquella ocasión, el ministro Sánchez había hecho mención a un programa de estudios de gas no convencional en Bolivia: “El presidente Morales en los próximos meses lanzará un programa de estudio de gas no convencional en Bolivia y eso es cambio de paradigma, agregó al anunciar que pedirá a Cornelius impartir un curso sobre si hay daño ambiental con esta tecnología“.
Este 18 de abril, ante la ola de críticas frente a la firma del convenio con Cancambria, el ministro Sánchez afirmó que aún no se tiene estudios de impactos ambientales ni económicos, y que esperarían estos para ver la viabilidad del Fracking, afirmación parecida a la que hizo respecto a la exploración de hidrocarburos en la Reserva Tariquía, la cual de todas maneras se está llevando adelante: “Qué estamos haciendo?, el presidente (Evo) Morales va anunciar un estudio mucho mayor de los recursos no convencionales, dicen que son cuatro cifras” anunció, aseverando nuevamente que el fracking no tiene impactos ambientales: “El Instituto de Argentino de Petróleo y Gas dice que la explotación de gas no convencional no tiene afectaciones ambientales”.
“Vaca Muerta” y otros cadáveres
No obstante, decenas de informes científicos alrededor del mundo, y denuncias de lxs directamente afectadxs, señalan que la fractura hidráulica tiene consecuencias sociales y ambientales altamente destructivas.
Hernán Scandizzo, miembro del Observatorio Petrolero del Sur, OPSUR, en Argentina, periodista e investigador especializado en el tema fracking, conversó con nosotrxs, mostrándonos el panorama de lo que sucedió en Argentina y lo que implica la fractura hidráulica para los pueblos campesinos e indígenas, evidenciando que el cruce de declaraciones entre el ministro de energía boliviano y su par argentino, resulta un sinsentido, al observar que la población ya sea de un lado u otro de la frontera, pagará el alto costo provocado por la fractura hidráulica.
El kircherismo, dice Scandizzo, propagandizó el fracking en el yacimiento de Vaca Muerta, -Neuquén, el norte de la Patagonia-, como la gran promesa de desarrollo, un yacimiento de clase mundial, que pondría a Argentina como una de las estrellas en términos de exportación de gas shale. Años después, Argentina, luego de Estados Unidos, Canadá y China, es el cuarto país que ha logrado exportar comercialmente gas esquisto. Sin embargo, para las comunidades mapuche y pueblos pequeños como Añelo, el más cercano a Vaca Muerta, implica la reedición de lo que en Argentina se conoce como “La conquista del Desierto”, el avance colonialista del siglo XIX en la Patagonia, arrasando comunidades indígenas, exterminándolas y convirtiéndolas en zonas para el comercio mundial y haciendas.
De hecho, este nuevo avance extremo del capitalismo implicó que la primera gran mega obra que trajo consigo el fracking hasta Añelo fuese nada más y nada menos que un Casino, relata Scandizzo, con una infraestructura que no tenía ni la municipalidad, así como se generaron escenarios para la llegada del narcotráfico, la trata y explotación sexual de mujeres, pero además el que los antiguos productores frutícolas hayan abandonado sus tierras y su autonomía de subsistencia, para convertirse en cocineros o trabajadores de maestranza en los campamentos petroleros.
“Se da toda un transformación de una economía productiva a una economía más rentista […] La actividad petrolera de no convencionales, no es una necesidad pensando en un horizonte de soberanía energética, señala Scandizzo
La promesa de desarrollo por la explotación de gas esquisto en Vaca Muerta, así como en otros lugares del planeta, no alcanza a cubrir la inconmensurabilidad de los costos sociales y ambientales que produce el fracking. Esa es la situación de Vaca Muerta y otras zonas cadáveres, donde se implementa esta técnica.
Fracking: la fractura irreversible
El fracking causa daños irreversibles porque es una técnica de explotación intensiva de la tierra, que la estalla en el subsuelo y devasta en la superficie, como afirma Scandizzo.
Una descripción amplia, detallada y sobrecogedora en castellano, sobre lo que implica el Fracking, puede encontrarse en el artículo de Eduardo D`Elia y Roberto Ochandío, del libro “20 mitos sobre el Fracking”. Queda muy claro que como método experimental de extracción de gas esquisto, las fases de perforación así como las de extracción, representa hacer estallar rocas antiquísimas y profundas por la presión descomunal de agua y químicos, con cargas transportadas por un cañon de punzamiento.
Hablar solo del uso del agua, como ejemplo, significa referirse a cantidades inconcebibles y aterradoras. El fracking, en este sentido, ha tenido efectos devastadores en Estados Unidos, porque precisamente necesita penetrar la tierra a grandes profundidades, (a más de 2,500 metros por lo general), utilizando una cantidad de agua calculada de 9 a 29 millones de litros por pozo, aunque, según la investigadora Claudia Campero, un solo pozo en Michigan llegó a consumir hasta 80 millones de litros de agua. Si cada plataforma tiene un promedio de 6 pozos, entonces se usa de 54.000 a 174.000 millones de litros de agua en una sola fractura. Los datos sobre el número de pozos de fracking en EE.UU, varía según reportes, unos mencionan que de 2005 a 2013 habrían existido 80 mil pozos aprobados y en ejecución en 17 estados, mientras que otros datos hacen mención que existirían 300 mil pozos hasta el 2016. Como sea, hablar solo de cientos y miles de pozos nos da una dimensión aproximada del agua que se ha usado y contaminado todo este tiempo.
En efecto, el agua que se emplea debe ser mezclada con más de 500 químicos y arena sílice. Si bien los tóxicos representan el 1.2% de la mezcla, esto significa, escribe Campero, que se utilizarán 300 mil litros de químicos por pozo, sustancias que han sido declaradas secreto industrial.
El proceso completo del fracking, nos obliga a pensar ¿en el país, de dónde se sacarían esas cantidades inmensas de agua para la perforación de pozos en pleno chaco boliviano, donde ésta ha sido contaminada ya por pasivos ambientales? ¿cuáles vertientes, serán las víctimas inermes de la extracción extrema?
El fracking, no garantiza que las perforaciones, ni todo el proceso de extracción, no tengan filtraciones, lo cual ya ha pasado de manera desastrosa en los yacimientos de norteamérica. De hecho, de acuerdo a John Saxe en su artículo “La explotación de fósiles no convencionales en Estados Unidos: una lección para América Latina“, la misma industria petrolera, reconoció que por lo menos el 25% de los pozos tienen fugas a los dos años y el 40% a los 8 años.
Un compendio de hallazgos científicos bastante detallado y completo, sobre los efectos dañinos del fracking, señala entre otros 7 elementos como el riesgo de sismos, que el agua que sale junto al gas esquisto a la superficie es agua no reutilizable porque se convierte básicamente en un cóctel de químicos, entre ellos el benceno, y sustancias mutagénicas. Así mismo, las aguas residuales son un problema para la mega industria del fracking, por que no se sabe qué hacer con ellas. Estudios en Estados Unidos, continúa Saxe, probaron que existían por lo menos 8 químicos usados por la industria del fracking, que eran cancerígenos. El agua que se queda al fondo de los pozos, contamina con sustancias no biodegradables los acuíferos de agua dulce.
Si se suma a esto, el hecho de que el 90% del gas pizarra o lutita es metano, estamos hablando de un contaminante 21 veces más poderoso que el dióxido de Carbono, una nefasta contribución al cambio climático. Mencionemos que también expulsa dióxido de azufre al aire, así como libera hidrocarburos aromáticos polisaturados, metales pesados y elementos radiactivos, por lo cual, anotan D`Elia y Ochandío, se dice que son condiciones extremas de contaminación.
Algo muy importante que señala Scandizzo sobre Vaca Muerta, es que la mega industria del fracking, no viene sola, necesariamente requiere más infraestructura y el desarrollo de otras industrias igual de nocivas para su funcionamiento. La extracción de arena sílice, causante de la silicosis, es un elemento fundamental para la fractura hidráulica, así como se amplía el Polo Petroquímico, los tendidos ferroviarios, la construcción de acueductos, y la construcción de corredores bioceánicos que también son parte de la IIRSA.
El fracking fractura la tierra en su corazón, los ductos de perforación horizontal atraviesan poblados enteros, escuelas, hogares, zonas que eran de producción agrícola; es como si “los lugares donde se habita, educa y tiene salud fueran invadidos por una industria pesada, contaminante y muy ruidosa”, puntualiza John Saxe, sobre lo que sucedió en Estados Unidos. Pero la fractura hidráulica al ser una forma de ocupación, también modifica el espacio de su superficie, arrasa paisajes y hogares de productores campesinos, se remueve la tierra, para nivelarla, donde se harán los pozos. Esto significa que esa tierra quedará inservible para la agricultura, su reconversión para un uso agrario es muy costosa, y ninguna empresa y estado están dispuestos a gastar en este tipo de actividades de intento de reparación de esta forma de daño.
Scandizzo dice: es complejo volver de la explotación de no convencionales, por la fuerte transformación social y del territorio, de una sociedad que tenía una cultura de la producción, se está pasando a una sociedad cada vez más rentista […] las tierras de cultivo, lo que se hace es sacar toda la capa fértil de tierra, se lo rellena con piedra caliza, se lo nivela bien, se lo asienta y luego se perfora el pozo, es decir que por más que no haya ningún tipo de problema durante la perforación del pozo y durante la etapa de producción, supongamos que no hay ningún tipo de incidente ambiental de contaminación en esa locación, cuando termina la explotación petrolera, son tierras infértiles. Y eso si se lo quiere reconvertir, si se lo quiere hacer productivo nuevamente, tiene que haber un desembolso, una inversión para volver productiva la tierra, y esa inversión quién la va a hacer ¿las empresas, el estado, los particulares?,
El brutal despojo capitalista de la tierra y su transformación en propiedad de empresas privadas que realizan explotación hiperextractivista, requiere que camiones de alto tonelaje realicen por pozo por lo menos cuatro mil viajes, de acuerdo a Campero, y la construcción de ductos para el transporte de gas que son contaminantes, el abrupto crecimiento de poblados petroleros donde se carece de servicios básicos e infraestructura necesaria, generando diferencias enormes entre pobladores que ganan mucho por la actividad petrolera y los que no logran hacerlo.
La técnica al servicio de estos intereses, ha significado que por cada plataforma de extracción que ocupa de 1 a 1,5 hectáreas de superficie para todos los pasos de explotación, pueda perforarse de uno a 24 pozos. Ahora bien, imaginemos el escenario, cuando se sabe que por cada yacimiento existen varias plataformas.
Negocio, militarización, represión y resistencia
El fracking en Latinoamérica es un gran negocio para petroleras como Chevron Texaco, Halliburton, TOTAL o Panamerican Energy, nos explica Scandizzo. Ha favorecido a poderosos empresarios -políticos y a regímenes de estados que se sostienen gracias a la renta petrolera. Empresas que pueden invertir en los costos también extremos de la fracturación hidráulica, y que avanzan en países donde la extracción febril de materias primas está de la mano con leyes ambientales laxas y frágiles, que les permiten a las empresas, solo como ejemplo, verter los desechos tóxicos de la fractura hidráulica al mar, contando en muchos casos con el aval y la protección estatal.
Afirma Campanini que en la cuenca del Chaco boliviano ya operan empresas como Petrobras, Repsol, Total – Gazprom, British Gas y Pluspetrol; además de empresas menos grandes como Petroandina SAM, Eastern Petroleum en acuerdos con YPFB, todas ellas apoyadas por leyes e incentivos petroleros. Y ahora se suma la empresa que realiza la exploración de hidrocarburos no convencionales.
¿Y qué de las poblaciones que en el Chaco boliviano viven todos los días consumiendo agua contaminada por las actividades petroleras y de hidrocarburos convencionales, como en Caigua? ¿Ante todo este panorama la respuesta estatal es ver viable las posibilidades de una técnica que traería más contaminación y uso masivo de agua, un bien escaso?
En el núcleo del capitalismo, surgen voces diversas de rechazo al fracking. Alrededor del mundo se han articulado luchas frente a las amenazas y altos costos que éste representa, denunciando en tribunales y luchas callejeras, las afectaciones socioambientales pero también los mecanismos de represión con los que se impone este nuevo extractivismo extremo. Varios gobiernos nacionales y subnacionales han declarado moratorias a los proyectos de explotación por fracking, así como los han prohibido. Bolivia tiene como referencia necesaria la resistencia de las comunidades campesinas de Tariquía, sostenida principalmente por mujeres, las cuales si bien tejen una lucha frente a la exploración hidrocarburífera de convencionales realizada por las técnicas de sismica 2d y 3d, es fundamental porque son la red que puede seguir tejiendo sentidos disidentes al extractivismo, ampliando la lucha al rechazo al fracking.
El modelo del extractivismo extremo requiere formas de expropiación y despojo extremos, la continua vulneración de derechos, así como varios niveles de represión, como los que se instauran en México o Estados Unidos.
Hernan Scandizzo señala claramente que en Argentina, la resistencia de comunidades mapuche, las diversas movilizaciones de poblados y municipios que se declararon zonas libres de fracking, enfrentan las políticas represivas, donde el macrismo creó recientemente un comando unificado que representa una fuerza de seguridad militarizada, la que ocupará también Neuquén con 400 efectivos, y la cual deberán considerar también los movimientos que se oponen al fracking.
En este sentido, las luchas anti fracking, comparten elementos de las experiencias del movimiento anti petrolero en Bolivia, donde la tónica estatal es una estrategia de división interna de las comunidades en resistencia mediante el ofrecimiento de proyectos de “desarrollo”, destrucción de organizaciones representativas con la creación de estructuras paralelas afines al gobierno, así como el amedrentamiento y represión policial.
El alcance, hasta ahora inédito en el país, de los daños ambientales y sociales de la fractura hidráulica, así como las preguntas sobre las posibilidades económicas de Bolivia como exportador – ¿a qué mercado?-, de gas esquisto en un panorama donde la cabeza mundial de extracción de gas shale es Estados Unidos, conlleva a pensar en la formación de un todavía incipiente movimiento antifracking, donde se investigue y profundice sobre los inmensos peligros a los cuales nos lleva la política energética del estado boliviano, que ha visto como “estudiable” y viable fracturar el corazón de la tierra.