La pandemia y su cuarentena detuvieron en seco las intenciones marginales de ir hilando y develando las realidades y hechos intencionalmente silenciados e invisibilizados que acontecieron los oscuros días de noviembre pasado, logrando de esta forma recrudecer la carga de los cuerpos en los que se imprimió el crimen.
Son varios los heridos que en el silencio y la persecución buscan batallar el día, después de lo que implica una masacre dentro un orden represivo, en medio de una pandemia, y dentro de una sociedad herida hasta la médula por la fragmentación, el racismo, la indolencia y la polarización.
Gracias al seguimiento de algunxs de nuestrxs compañerxs podemos compartir y visibilizar cuatro de los varios casos que habitan esta aislada realidad.
¡Que se haga justicia!
¡Las balas las dispararon militares y policías!
¡Fue el Estado!
Heridos de la impune represión estatal
El día posterior a la impune masacre de Huayllani, el hospital México de Sacaba reportaba un centenar de heridos y 9 muertos de bala. Sumando, a su vez, la detención de más de 200 personas. De aquellos internados en Sacaba, 5 casos de gravedad eran heridos por bala y fueron trasladados de emergencia al hospital Viedma. Hacemos una breve reseña de 4 de estos casos, para recordar que estas personas fueron olvidadas por el Estado y por la Sociedad.
Don Julio
Una de las balas disparadas por los uniformados llegó directamente al hemisferio izquierdo de la cabeza de don Julio. Estuvo alojada ahí por siete meses. El alto costo de la intervención quirúrgica y la sensibilidad de la zona afectada, hicieron que don Julio y su familia peregrinaran de un hospital a otro. Estuvo más de una vez en terapia intensiva y aguardó la llegada del platino en estado vegetal “no se pudo intervenir rápidamente porque nos dijeron que había dos complicaciones o iba a perder la vida o quedar paralítico” comparte su hija mayor de 19 años.
Gracias al apoyo de su federación y aportes solidarios de sus allegados, la familia pudo solventar a un médico particular y a un fisioterapeuta, que lo atendían diariamente en su domicilio durante la última temporada.
Tras una neumonía que complicó su situación, don Julio partió este 11 de junio a las 6:10 de la mañana. En el velorio, una de sus allegadas manifestó:
Ahora señora presidenta, a usted le pregunto: que va ser de estos niños, dígame ¿esta es la casa de un terrorista? ¿esta es la casa de un narcotraficante? para esta gente pobre no hay justicia y nosotros vamos a exigir justicia hasta el último. Lo peor que no hemos tenido ayuda […]. Y a ustedes señores militares, policías, queda una muerte más en su conciencia, porque esto no se va quedar así […] no puede quedar impune la muerte del compañero. No hemos tenido ayuda del gobierno, ningún ministro, ningún diputado ha venido a ver la casa, no se han venido a preocupar del estado de la salud.”
Don Justiniano
Otra de las balas disparada por los uniformados llegó al abdomen de don Justiniano. Fue uno de los internados en el Hospital Viedma, donde fue reiteradamente acosado y discriminado por el personal de salud: “Para qué has ido a bloquear. No te vamos atender. Que el Evo te cure, que él te salve. Para que vas…” le decían, cuenta su hermana. “Ni siquiera dejaban visitarle” en una oportunidad, cuenta, estaban varios familiares rodeándolo y ahí mismo les dijeron “¿Ahora aquí van a bloquear?, ¿al hospital han venido a bloquear?”. De esa manera es que finalmente deciden trasladar a don Justiniano a una clínica privada “Ahí iban a matar a mi hermano” concluye.
A Don Justiniano le realizaron una colostomía, resultado de dicha cirugía tuvo que vivir con una bolsa de colostomía durante 3 meses, misma que tenía que cambiar casi a diario. Esta situación le significó un gasto económico importante, a pesar de estar asegurado en el Sistema Único de Salud – SUS. No pudo volver al Hospital Viedma para su próxima cirugía, y acudiendo al apoyo familiar logró cubrir los costos de su recuperación en una clínica externa.
A diferencia de Don Julio, don Justiniano no recibió apoyo de su federación ni de su junta vecinal “Ni la canastita no nos ha llegado. Viendo que está mal no le han dado ni eso. Incluso yo he ido a pedir ni aun así nada no nos ha dado…” cuenta Juana, su hermana (haciendo referencia a la canasta familiar que a modo de donativo distribuyó la alcaldía durante la cuarentena).
Según nos cuentan, durante estos siete meses, don Justiniano y su familia sintieron mucho miedo de que los acusen por “terrorismo y sedición”, de que al identificarse los persigan y acusen… así que se fueron recluyendo sin levantar ningún tipo de denuncia o proceso.
Después de varios meses críticos don Justiniano está mejorando, aun no puede sentarse pero ya puede caminar, y poco a poco se va animando hablar.
Yo estaba bien preocupado nadie se preocupa por mí, yo estaba herido de Sacaba del 2019, 15 de noviembre. Ahora no se puede recuperar sigue duele, lo que me han operado, los tornillos que han colocado duele. Me han baleado eso ha pasado, por tal razón necesito apoyo harto, todavía no puedo sanar, no trabajo tampoco, camino pero no siento, pero paro normal. Quisiera tocar sus corazones me puede apoyar con medicamento por favor, con platita para comer, para verduras […]. Yo siempre vivía allá en el trópico, aquí estaba mi familia, tengo 4 hijitos, pero mis hijitos no trabajan todavía. Siempre allá estaba, siempre venia aquí, trabajaba de ayudante de albañil, no tengo profesión, pero trabaja bien, traía platita ahora quien va traer, no puedo traer nada, era agricultor soy orgulloso, gracias…”
Anselo
Otra de las balas que silbaron en Huayllani llegó al abdomen de Anselo, aunque gracias a su edad su recuperación va siendo más rápida. Al igual que a don Justiniano, debido a la bala en el abdomen se le practicó una colostomía, y tuvo que estar 3 meses con una bolsa de colostomía. Asimismo, por temor a no ser tratado bien por el personal de salud, se sometió a su próxima cirugía en una clínica externa, todo con ayuda de su federación.
Junto a su padre, ha tenido que vivir en un cuarto que solo tenía un colchón para descansar durante todos los meses de su recuperación. Tras su operación en febrero pudo volver al Chapare (una de las zonas más sensibles y critica en la explosión de casos del COVID-19) donde sabemos que se encuentra recuperándose.
Joaquín
A Joaquín le atravesó la bala por la pierna en la toma de la EPI Sur, en Cochabamba.
Ese día, Joaquín se encontraba volviendo a su casa, cuando lo encontró la convulsión. Escondiéndose con la gente que estaba por el sector, fue alcanzado por una bala que le llegó desde el helicóptero que los sobrevolaba. Según él mismo cuenta, no es el único herido de ese día, que hay por lo menos otros dos, pero que fueron llevados a clínicas privadas.
La bala le atravesó el fémur y salió cerca de la rodilla, ahora tiene una placa de platino. A 7 meses de los hechos Joaquín sigue en recuperación, no puede caminar si no es con ayuda de muletas, y necesita de fisioterapia para la recobrar la movilidad de su rodilla y de su pierna.
Joaquín, pese al miedo que de ser acusado o perseguido por la quema de la EPI, se animó a denunciar su caso a la Defensoría del Pueblo, pero se la rechazaron bajo el argumento de que no había reportes de heridos ese día. Por suerte Joaquín cuenta con un informe del hospital Viedma, a donde acudió tras el incidente, que cerciora el hecho.
Según procedimiento, todo informe balístico llega a la policía para dar curso a una investigación. Si alguno de estos casos logró llegar a esa instancia, sabemos que de ahí no saldrá ya más nada. No es casual que hasta el día de hoy no hayan detenidos ni investigados por las masacres, asesinatos, detenciones, represiones y torturas expandidas en octubre y noviembre del pasado año.
Entendiendo que las vidas humanas tienen un precio, quienes ahora gobiernan ofrecieron a las familias de las víctimas mortales de la masacre de Senkata (y no así a las de Huayllani) una indemnización de 50 mil bolivianos. En una carta pública esta oferta fue rechazada el pasado diciembre, ya que cerraba las puertas a la posibilidad de hacer una denuncia ante instancias internacionales. Lo que se buscaba era una justicia digna, era investigar y dar con los responsables, pero no hay ninguna voluntad política para caminar ese camino. Es así que más recientemente, en febrero del año en curso, se llegó finalmente a un acuerdo para resarcir a los familiares de las víctimas fatales de Senkata. Entonces vino la crisis sanitaria del COVID-19.
Si bien los acuerdos entre las federaciones del Trópico y el régimen de Añez llegaron un acuerdo donde se incluía la conformación de una comisión para atender a las familias de fallecidos y a lxs heridos, el acoso y los miedos han hecho que los heridos y sus familias (sabemos que existen muchos más, según algunos medios la cifra se acerca a un centenar), carguen en aislamiento y sin justicia la sobrevivencia en estos tiempos de por si tan difíciles. El COVID-19 no es la única causa de tanto dolor silenciado injustamente.
*Todos los nombres, a excepción de Don Julio, son ficticios.