|Primera Parte|
La zona del Trópico de Cochabamba es uno de los bastiones más combativos en Bolivia. Interpelador legendario del modelo neoliberal y el motor fundamental del proceso que llevo al Movimiento al Socialismo (MAS), a gobernar cerca de 14 años el ahora Estado Plurinacional de Bolivia. En las épocas cumbre del neoliberalismo el Chapare, como se lo conoce popularmente, era uno de los territorios campesinos que cuestionaba de forma radical la erradicación forzosa de la hoja de coca, pero también las políticas de enajenación de las empresas públicas que eran impulsadas desde gobiernos y organismos internacionales. Fueron uno de los pocos sectores sociales que habían logrado sobrepasar una demanda regional por una de interés nacional.
Cuando hablo de esta época, la del neoliberalismo, y la asocio a lxs cocalerxs del Chapare lo primero que se me viene a la mente es represión, asesinatos y militarización. A mujeres cocaleras poniendo piedras en la carretera, milicos disparando sus metralletas y helicópteros sobrevolando. A Leonilda Zurita, una de las dirigentes cocaleras más legendarias, delante de los milicos ensangrentada, agarrando una wiphala, con lágrimas contenidas. A su lado, una mujer de pollera tendida en su propio charco de sangre con una bala entre su cuerpo. Muerta.
La represión en el Trópico de Cochabamba era brutal. Algunos textos y videos dicen que había, en promedio, un asesinato y varixs heridxs graves por mes durante todo el año. Es comprensible que durante más de trece años hayan sostenido un proceso político que ellxs mismxs han impulsado desde sus históricas movilizaciones y hayan puesto sus cuerpos a todo el aparato represor del estado boliviano y la embajada de los EEUU. Todxs sabemos de los grandes errores y horrores del gobierno anterior, pero a pesar de eso, lxs campesinxs del Trópico se empeñan en seguir impulsándolo, porque éste aun es su proceso, y es también su instrumento para disputarles el poder a las elites blancas de siempre, o por lo menos, hasta que “esas élites blancas” no tomen por completo el MAS.
Afectividad y memoria
Cuando se habla de los sentimientos de la gente ligada afectivamente con las luchas de los movimientos indígenas y campesinos, dirán probablemente, que se emocionaron de sobre manera cuando vieron a Evo llorar el momento en el que Álvaro García Linera le ponía la banda presidencial aquel enero de 2006. Quizá te digan lo mismo cuando vieron a Evo renunciar en noviembre del año pasado, aunque éstos hayan estado totalmente alejados, peleados y en total desacuerdo con la evolución autoritaria y extractivista del anterior gobierno.
Y es que hay una afectividad censurada, invisibilizada y ridiculizada a partir de las campañas de estigmatización contra los movimientos indígenas y campesinos que sostuvieron con su apoyo y hasta el último momento al régimen anterior. A partir de estas campañas, que bordeaban lo racista, se construyó una imagen del indio bueno y del indio malo. El indio malo es el masista que entró a la arena política a disputar el poder a las élites blancas; y el indio bueno es aquel que obedece, o el bufón que se arrima al blanco, que bien podríamos personalizarlo en Rafael Quispe, actual director del Fondo Indígena.
Cuando analistas, líderes sociales, políticos o el actual Ministro de Gobierno hablan de que los “chapareños están secuestrados por algunos dirigentes y carteles del narco”, están negando la afectividad de lxs productorxs de frutas, verduras y hoja coca con un proceso político que les costó ríos de sangre.
Y cuando pregunto mediante un mensaje de voz a Gerardo Alarcón, joven indígena migrante en la región del Trópico, sustenta esta afirmación respecto a sus conflictos de afectividad post golpe de estado, diciendo:
No podemos describir -el golpe de estado- totalmente, aun se nos viene lagrimas a los ojos. Habíamos estado haciendo vigilia en Sacaba de manera pacífica. Ha sido un momento muy triste porque vimos cómo se venía abajo los logros de Estado Plurinacional, de la gente de abajo, de los pobres, de los indígenas. Todos lloramos. Éramos incapaces de mantener las lágrimas. Toda mi familia, mi mamá y papá llorando. En ese momento toda la militancia del MAS ha visto derrumbarse su proyecto político”.
Cuando Gonzalo Sánchez de Lozada se escapaba a EEUU después de renunciar y matar a más de 60 personas aquel octubre negro de 2003, cuando la gente lloraba de alegría y lloraba también por sus muertxs, no había una sola militancia del MNR defendiendo ese proceso político en las calles. No habían puesto un solo muerto, la élite política blanca históricamente en Bolivia no pone muertos, pone balas y dinero. Así han sustentado su poder político y económico por cientos de años.
Lxs insurrectxs del 2003 no tenían lazos afectivos ni con los militares ni con Gonzalo Sánchez de Lozada. No ocurrió lo mismo en octubre del año pasado cuando vimos defender, a gente proveniente del Trópico de Cochabamba, férreamente un proceso político que en su epílogo tenía alrededor del 40% de apoyo.
Vuelvo a consultar a Alarcón sobre la vigencia del conflicto, esta vez vecinal, con el proceso político que defendieron el año pasado.
El golpe de estado nos pilló de sorpresa. Nosotros no esperamos tanta maldad. Que la policía se iba a rebelar contra su pueblo, contra un gobierno democrático. Hemos sido muy suaves, no hemos estado preparados pero el espíritu revolucionario siempre ha estado intacto en todos nosotros. Nosotros hemos luchado hasta el último momento. Nosotros no desmayaremos. Ahora no vamos a dejar fácilmente que este proyecto político – se paralice- como si nada hubiera pasado. Nosotros seguiremos luchando hasta el último momento. Hay personas que murieron por este proceso como los compañeros que fueron asesinados en esta última masacre de Sacaba”.
El gobierno, FFAA y policía consolidaron el golpe de estado con dos masacres (catalogados así por el informe preliminar de la CIDH), una en Senkata, en La Paz y el otro en Sacaba, Cochabamba. En este último fueron asesinadas 11 personas, la mayoría campesinos muy jóvenes del Trópico de Cochabamba.
La solidaridad y pandemia de covid-19 en medio de la crisis política y social
Luego de la crisis política y la restructuración de un Estado tomado por asalto, la llegada de la pandemia de covid-19 a Bolivia fue el ingrediente perfecto para que el gobierno de transición cometa actos que violan los DDHH fundamentales de lxs campesinxs en el Trópico de Cochabamba. En los medios de comunicación se escucha constantemente al Ministro de Gobierno Arturo Murillo, lanzar amenazas desmesuradas y groseras contra algunxs dirigentes campesinxs, al extremo de amenazar con la incursión de aviones de guerra al Trópico de Cochabamba con la excusa de luchar contra el narcotráfico.
Vuelvo a Alarcón y pregunto sobre las personas que fueron apresadas durante y después de la tan alargada crisis política.
Tenemos dirigentes y bases con detención preventiva o domiciliaria. Hay una persecución política de parte de los policías y militares. Estos días hay mandamientos de aprehensión contra nuestros dirigentes como Segundina Orellana, Omar Claros y algunos otros líderes de esta región. Hay una persecución injustificada indicando de que nosotros somos terroristas, que conspiramos contra el estado. Hay casos montados y fabricados. En estos días de cuarentena las amenazas y violación a los DDHH no ha parado. No se respeta la libre expresión. Si aquí hablas mal del gobierno te acusan de sedicioso y terrorista”.
La crisis política en Bolivia nos cambió las vidas, no solo a lxs de uno u otro lado. Nos cambió la vida a todxs. Después de octubre y noviembre del año pasado las amistades, la organización barrial, los lazos políticos y afectivos cambiaron, murieron, o está en proceso de putrefacción.
¿Y cómo cambió la vida en la población del Chapare?
Más del 90 % de los productores del chapare se dedican a la producción de fruta, alimentos y hoja de coca. Lo que nos afectó más es la inestabilidad económica. Antes nuestros productos estaban garantizados. Ahora nuestros productos no se venden. Uno ya no sabe si producir harto o poco. Si sembramos yuca o plátano requiere una inversión y en este tiempo nadie nos garantiza nada. Hay una inestabilidad política en los sindicatos. Ahora la gente está en constante alerta. No sabemos si cualquier rato nos pueden militarizar como este último caso que nos mandaron policías y militares. Recibimos amenazas y ordenes de aprehensión contra nuestros dirigentes. Al que habla un poco alto ya está fichado, ese es el nivel de atropello de este gobierno de facto. Ya no tenemos libertad de expresión. Hasta nos han dicho que la solidaridad es un delito. Agrega Alarcón.
A raíz de la crisis alimentaria por la pandemia de covid-19 en Bolivia, cientos de camiones con alimentos producidos en el Trópico de Cochabamba salieron rumbo a pueblos, comunidades y barrios pobres de algunos departamentos de Bolivia. Lxs campesinxs del Chapare se habían propuesto compartir su producción con lxs que menos tienen; y es éste acto que molestó visiblemente al gobierno de transición.
Siguiendo la línea del discurso estigmatizador, el domingo 19 de abril, Murillo en conferencia de prensa amenazó con encapsular al Trópico de Cochabamba bajo el pretexto de la pandemia de covid-19, sin embargo, esta región registra solo dos contagios por esta infección y mantiene más de 40 días de silencio epidemiológico. Ese mismo día ordena el repliegue de los policías arguyendo que estos fueron agredidos por pobladores del Trópico y suspenden temporalmente los bonos económicos dirigidos a la población civil para enfrentar la cuarentena.
¿Cómo se están organizando para mandar ayuda a otros sitios del país?, pregunto a Alarcón
Nosotros no confundimos la solidaridad con la campaña política. Hemos visto como nuestras familias en el campo, el altiplano, los valles y en la misma ciudad están sufriendo la falta de alimentos. Por eso hemos emprendido esta campaña de solidaridad. Los sindicatos y familias nos organizamos; si cada familia tiene alguito que regalar, cada familia voluntariamente colabora con lo que produce. Todo eso juntamos en un camión y en la central delegamos a una comisión para mandar los alimentos. Esto es en respuesta a las cartas de solicitud de los municipios, comunidades…, nosotros con mucho cariño mandamos nuestro aporte. Es importante que tengamos comidita en nuestras casas. Por eso hemos emprendido esta campaña sin ningún costo ni obligaciones. Los dirigentes recogen las frutas y así enviamos a las comunidades y barrios pobres”.
A raíz de esta movilización solidaria, el 18 de abril detienen en Tomina, Chuquisaca, a tres personas que llevaban alimentos; entre ellos el periodista de Radio Kausachun Coca, Landert Marca.
Dos días antes de este incidente, un grupo de policías ingresa a la población intermedia de Shinaota, en el Trópico de Cochabamba, y son expulsados por pobladores de esa región al grito de “fuera asesinos, fuera motines, fuera golpistas”. Hasta ese día no había presencia de policías en la región debido a que éstos abandonaron el Trópico para unirse al motín policial en la ciudad de Cochabamba los primeros días del mes de noviembre del año pasado. Al respecto, Alarcón agrega lo siguiente:
“La gente del Trópico se encuentra dolida por nuestros compañeros asesinados en la masacre de Sacaba. Nuestra gente todavía llora por nuestros muertos y la gente reacciono naturalmente. No ha sido una acción organizada. Por eso ocurrió el incidente en Shinaota, los desalojaron, más bien no pasó a mayores cosas y solo los sacaron del lugar”
Las autoridades municipales de Shinaota denunciarían que los policías no tomaron en cuenta la coordinación con las autoridades locales para su reingreso, teniendo conocimiento que el país está en cuarentena y que, además, tienen que cumplir ciertos requisitos de bioseguridad empleados en el municipio.
Las represalias gubernamentales a este incidente fueron más que evidentes que saltaron a los medios de comunicación comerciales. Al respecto Alarcón denuncia:
A partir de este incidente hay dos cosas que nos han cortado: La venta de combustibles y el cierre de entidades financieras. Lanzaron ordenes de aprehensión contra nuestros dirigentes y amenazarnos con encapsular todo el Trópico. El gobierno quiere meter miedo y nosotros hemos aclarado ese tema con los medios de comunicación que tenemos. Los principales instigadores a la violencia son el gobierno. Ellos quieren más muertos, nosotros queremos paz social”.
Después de este incidente, los camiones que parten desde Trópico con alimentos solidarios disminuyó en su frecuencia y murieron miles de peces por falta de combustibles para alimentar los equipos que oxigenan los criaderos, según campesinos de base de esta región. El cierre de entidades bancarias cortó el pago de bonos estatales que iban a cubrir básicamente la alimentación de la gente del lugar durante la cuarentena.
La permanencia de las dos bolivias
El contexto social y político, las elecciones anuladas por sospecha de fraude el año pasado y las últimas encuestas nos dicen que el Movimiento Al Socialismo, el instrumento político impulsado entre otrxs, por campesinxs del Trópico de Cochabamba, bordea aún el 40% de intención de votos después de casi 14 años en el poder. Probablemente si las elecciones del 3 de mayo no se hubieran suspendido debido al covid-19, estaríamos hablando de un nuevo gobierno a la cabeza del MAS, debido en gran medida, al fraccionamiento y división que existe en los partidos opositores a esta fuerza política, entre ellos el de la actual presidenta de transición, Jeanine Añez.
Y es que en Bolivia sigue existiendo eso que llamaba el histórico dirigente aymara Felipe Quispe, la Bolivia q’ara y la Bolivia india. El año pasado hubo un ensayo de insurrección de una de esas dos bolivias, de la que no fue capaz de tomar el poder por la vía democrática y tuvo que usar sus influencias coloniales y de casta para activar mecanismos para lograr retomar el poder político mediante un golpe de estado.
La polarización cada vez más visible en Bolivia nos tiene que obligar a romper discusiones diplomáticas y hablar de temas tabú, como la posibilidad real y latente de una guerra civil en este país.
La elite blanca, en sus cálculos políticos y deshonestidad intelectual, lo que hizo el año pasado fue invisibilizar a un proyecto político que sigue generando el apoyo de casi la mitad del electorado boliviano. ¿Qué hubiera pasado si Evo Morales, en una de sus reacciones incoherentes, no renunciaba y llamaba a sus bases a tomar los cuarteles militares?, ¿Se habrán preguntado eso los intelectuales que asesoraban a la dirigencia “Pitita” cuando radicalizaron sus exigencias y entraron a palacio con una biblia?
Si algo tiene que reconocer el movimiento “Pitita” a Evo, es que con su renuncia evitó ríos de sangre; y esta vez no solo de lxs indixs.
Los militares, policías, iglesia, actores políticos internos y externos tendrán que leer bien, no solo las tendencias en las encuestas, el contexto político o social; sino también los afectos y emociones que generan ciertos movimientos masivos de personas.