Colaboraciones/ por Jaime
En estos tiempos de incertidumbre, lo único seguro, y al parecer ineludible, es el sombrío panorama económico que nos aguarda, tras el anhelado y aparentemente aún lejano fin de esta pesadilla llamada Coronavirus. Las medidas de aislamiento social extremo, adoptadas por los gobiernos alrededor del mundo, sin lugar de dudas tendrán fuertes repercusiones en las finanzas internacionales, pero seguramente la intensidad del impacto tendrá mayor eco en nuestra región y sobre todo en Bolivia.
Desde el inicio de esta pandemia se hacía fácil predecir que la situación económica no sería favorable para este 2020, ya que su epicentro fue China, el gigante asiático, que aún sin Coronavirus ya mostraba síntomas de una desaceleración moderada en su crecimiento, lo cual tendría repercusiones negativas en el resto del mundo. Sin embargo aquello empeoro y sobrepaso las proyecciones más pesimistas por mucho, ya que la magnitud de la crisis no tiene precedentes en la historia moderna.
La crisis no tardo en extenderse al resto de Asia, Europa y América, despertando acciones y reacciones de diversa naturaleza e intensidad. Sin embargo, con el tiempo la tendencia fue el aislamiento social, paralizando la mayor parte de la actividad económica en cada país.
Si bien esta situación es única, por la escala que ha adquirido, en 2009 la influenza (AH1N1) tuvo efectos significativos sobre la economía global y si consideramos que los efectos se sintieron con mayor dureza en los países emergentes, estos podrían resultar catastróficos en el caso de Bolivia y la región, si el comportamiento anterior se repite.
La economía boliviana se perfila particularmente frágil ante la inminente recesión que se avecina, fundamentalmente porque el grueso de las exportaciones son productos primarios (materias primas) y sus precios son los primeros en desplomarse en este contexto. En otras palabras, ante una reducción en la producción en las grandes economías, la demanda de las materias primas que tienen su origen en economías emergentes, se reducen significativamente.
Ante estas señales, un manejo responsable y la aplicación de medidas para mitigar el impacto de la recesión global, se hace indispensable. Sin embargo ya comenzamos con el pie izquierdo, con decisiones como la renegociación de los volúmenes de exportación de gas a Brasil y la liberación de las exportaciones para productos ligados a la seguridad alimentaria.
Por otra parte, las medidas económicas anunciadas por el gobierno dejan serias dudas en varios aspectos. En cuanto al “Bono Familia”, se asigna Bs. 500.- por cada menor que curse nivel primario en un establecimiento fiscal, por lo tanto no beneficia a aquellas familias que tengan menores de edad cursando secundaria ni a aquellos que se encuentren en establecimientos particulares. Además, se anunció el pago del “Bono de Canasta Familiar” que consiste en el pago de Bs. 400.- a pagarse a beneficiarios del Bono Dignidad (que no sean rentistas), personas con capacidades diferentes y beneficiarias del Bono Juana Azurduy (para mujeres gestantes con controles prenatales en el sistema público de salud), con respecto a este surgen varias observaciones, en cuanto a los beneficiarios, es innegable que son sectores sumamente vulnerables, sin embargo, no se contempla a las personas que desarrollan actividades económicas de manera informal, quienes paradójicamente son los más golpeados con las medidas de la cuarentena, ya que deben permanecer inactivos y subsistiendo con sus ahorros o en el peor de los casos consumiendo su pequeño capital de operaciones. Representantes del gobierno aceptan que muchos no recibirán bonos, pero estos últimos, se beneficiaran con otras acciones como el periodo de gracia de 2 meses para préstamos bancarios, valga aclarar que no es que el estado asuma dos cuotas del plan de pagos, sino que esos pagos serán cobrados posteriormente, ya sea distribuido en el numero restante de las cuotas del plan de pagos o se añadirán dos últimos pagos a este, en cuanto a esta medida, pareciera que el gobierno central ignora u omite que es casi inevitable un deterioro en la capacidad de pago de los prestatarios, ya sea por la recesión de la economía o por falta de liquidez de las microempresas, lo cual seguramente tendrá un efecto desastroso en el índice de cartera en mora y también generara iliquidez en las entidades bancarias, por la subida de los depósitos por previsiones al BCB. Pero al parecer, los asesores del ministro de economía se han anticipado a los hechos y mediante el BCB han echado mano de recursos de las AFPs para que estas sean “invertidos” en la banca privada, inyectando recursos que tienen por objeto, financiar a las mencionadas microempresas, pero aquí saltan algunas dudas, no olvidemos que la banca no recibirá pago de cuotas de préstamos por dos meses, es decir que no recuperara capital, lo cual generara un déficit en sus arcas que, dicho sea, se aliviara con la inyección de recursos mencionada y podrá continuar con su negocio principal, el préstamo de dinero. Pero todo esto está sujeto al comportamiento de la economía y pareciera que los pronósticos que llevaron a la toma de decisiones fueron extremadamente optimistas. Por último, se anunció que el pago de los servicios básicos será asumido parcial o totalmente por el gobierno, dependiendo de cada caso y el corte por mora de estos servicios se prohibió, mientras dure la cuarentena, esta medida es la única que beneficia a casi toda la población, al menos a aquella que goza de los servicios básicos, dejando de lado solo a aquella sumida en la más extrema pobreza.
Si bien resulta imposible determinar cuándo y cómo lograremos superar la crisis de salud y tendremos que enfrentar las consecuencias económicas, debemos estar conscientes de los escenarios probables, para asumir nuestro rol en la resolución de los retos y obstáculos en búsqueda del bienestar común con justicia social.