COCHABAMBA — El día de ayer, 25 de noviembre, daba inicio la declaración a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Como instancia internacional de observación y denuncia sobre los derechos humanos, y tras su paso por Nicaragua, Ecuador y Chile, la CIDH llegó a Bolivia para elaborar un informe sobre la situación vivida.
Pese a los obstáculos impuestos por el actual gobierno, la comisión logró concretar reuniones con familiares de fallecidos, y detenidxs y heridxs, además de otras instancias de la sociedad civil y de la política partidaria. Pese a nuestros escepticismos sobre el trabajo de organismos internacionales, fue muy importante la esperanza que causó su llegada y presencia ante este desamparo y violencia desmedida que nos habita. Que la CIDH expanda la denuncia, que le cuente al mundo lo que se le compartió a grito de indignación. ¡Que se haga justicia!
La justicia en Bolivia ha estado desde siempre corroída hasta la médula por vicios y parásitos de todo tipo, quien no ostente los contactos y el capital para pagarla deberá pudrirse en la impotencia. Esta condición está siendo aún más exacerbada en un orden de persecución e impunidad institucional (D.S. 4078 y los numerosos procesos con cargos de Terrorismo y sedición a detenidxs en la calle o manifestaciones, por ejemplo) y criminalización social (con adjetivos generalizados como terroristas, narcotraficantes, saqueadores, etc).
Ni bien se supo de la llegada de esta comisión, lxs “defensores de la democracia” ahora más conocidos como pititas, se convocaron a sabotear estas reuniones, o según sus comunicados para “decir su verdad” y “denunciar” a la “violencia” a la que “también fueron sometidxs”. Así tanto en la ciudad de La Paz como en Cochabamba, fueron estos grupos de personas a intimidar y agredir, e incluso intentaron impedir el paso a las víctimas de las masacres de Sacaba y Senkata respectivamente. En el caso de la Paz, la convulsión llegó incluso a agresiones físicas y verbales a representantes de naciones indígenas, como el caso de lxs Qhara Qhara y víctimas de la represión de estos últimos días, obligando que tras la reunión que sostuvieron con lxs del CIDH tengan que salir del hotel por la puerta trasera.
La escena se volvió a repetir el Cochabamba. La división latente, el odio cultivado en esta guerra racializada sigue fracturando, utilizando, instrumentalizando y profundizando nuestras heridas coloniales. Estamos viendo cómo los discursos victimistas y las instigaciones verduguistas están latentes, movilizando e internalizando la violencia sistemática en una guerra heredada.
Pero no por eso, si no justamente por ello, vamos a denunciar la exacerbación de prácticas fascistas ejecutadas en todo su despliegue; no solo por el estado, sus fuerzas armadas, sus grupos de choque paramilitarizados, y por sectores “civiles” de la población — que están agrediendo, difamando y exponiendo no solo a lxs sectores movilizados, si no también a varixs de nuestrxs compañerxs que ayer junto con instrumentos autóctonos acompañaron la denuncia de las masacres. El fascismo también se cultiva en su xenofobia.
Testimonio de una mujer acompañando a víctimas
Testimonio de una mujer de Valle Alto
Testimonio de una mujer en la vigilia de la CIDH
Los colectivos urbanos de música con raíz irrumpieron en esta jornada gris plomizo. El fantasma del separatismo, el espejismo de esas dos Bolivias enfrentadas, no pudo resistir el embate del sonido y el batir de las Whiphalas.