Jaguar es vida (Mural de Knorke Leaf, La Paz)
Por Matilde Rada, Beija Flor
El jaguar es el felino más grande de América y el tercero más grande del mundo, después del león y el tigre. Está en la subfamilia de los Panterinos y en el género Phantera. Por eso, su nombre científico es Panthera Onca. Se calcula que su especie tiene una edad de entre 6 y 10 millones de años. Por lo tanto, tiene gran valor ecológico y para otras especies.
Es un animal con importantes significados para los pueblos indígenas que comparten territorio con él. Hay sociedades que reivindican una descendencia directa con el jaguar, como por ejemplo la figura de “Uturungo”, que es el hombre-tigre de los pueblos amazónicos. Además, tienen denominaciones específicas, por ejemplo, en guaraní es nombrado yaguareté, que viene de yaguar “fiera” y eté “verdadero”. Cerca a Brasil es llamado onca pintada, en Centro América se le llama balam, en mapuche es nawei, en quechua uturunku y en bribri es namú.
Entre sus significados, se lo concibe como el Guardián de las lluvias, del agua y de la vida. También es el mensajero de los espíritus y es un animal de poder que simboliza la fuerza del trueno. Representa la gracia en la oscuridad y el sigilo en el silencio. Por todo esto, se lo considera un guía de almas que necesitan recuperar su poder y renovar su espíritu. El jaguar redirige la fuerza espiritual interna, analizando los lados más oscuros de cada uno.
Importancia ecológica
Es una especie “clave y paraguas” para para mantener el equilibrio de los ecosistemas que habita. Es un “súper predador”, pues –junto al caimán- es el mayor depredador de las zonas que habita. Al comer mamíferos, aves, reptiles, peces e invertebrados, regula las poblaciones de las especies que captura, pues elimina ejemplares viejos y enfermos; evita la diseminación de enfermedades; mantiene el vigor de las especies presa y regula el incremento de sus poblaciones. Por eso, también se lo considera un “bio regulador” y su estado de vulnerabilidad también afecta la estabilidad de sus presas. Por otro lado, proteger al jaguar implica proteger a las especies que cohabitan con él. Además, es considerado un “bio indicador”, porque la presencia de una población viable de jaguares indica la salud del ecosistema.
Cabe mencionar que el jaguar no tiene una alta tasa de reproducción, lo que aumenta su vulnerabilidad. Se reproducen una vez al año, sus periodos de gestación duran alrededor de 100 días y su camada suele ser de 2 cachorros (aunque pueden llegar a tener 4 crías). Además, su longevidad es de 20 años, sin considerar las amenazas externas.
El territorio del jaguar
En cuanto a sus territorios, en América, el jaguar se extiende desde el norte de México hasta el norte de Argentina, con más concentración en la Amazonía (donde están 90% de los ejemplares), pero de 34 subpoblaciones de su especie, 33 están en peligro o peligro crítico de extinción. En Bolivia se estima que habitan entre 4.000 a 7.000 ejemplares, extendidos por casi todo el territorio porque realiza grandes desplazamientos con bastante frecuencia. Sus tipos de hábitats son los bosques por debajo de los 2000 m.s.n.d.m., como los bosques tropicales, manglares, sabanas tropicales, bosques montañosos, bosques secos chaqueños y chiquitano, bosque húmedo de llanura y bosque amazónico. Pero, en los últimos años sus áreas de distribución se han disminuido en alrededor del 30%, haciendo que las Áreas Protegidas (A.Ps.) y terrenos de uso forestal y ganadería extensiva sean sus principales áreas de sobrevivencia (los jaguares habitan en 16 de 22 A.Ps.). Lamentablemente, gran parte de su población está fuera de áreas protegidas haciéndolo más vulnerable.
La presencia del jaguar se extiende desde el norte de México hasta el norte de Argentina, con más concentración en la Amazonía (donde están 90% de los ejemplares), pero de 34 subpoblaciones de su especie, 33 están en peligro o peligro crítico de extinción.
Problemática: la muerte del jaguar como negocio
Lamentablemente, su vida y existencia como especie está en riesgo desde mitades del siglo XX, cuando la industria de la moda demandó su piel, sobretodo en el mercado europeo. Esta demanda frenó cuando en 1975 se logró que el jaguar entre en el apéndice I del CITES (Convención Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), que implica la prohibición de comercio internacional de especies amenazadas. También está categorizado en la Lista Roja de la UICN como “especie casi amenazada”. Sin embargo, a lo largo de los años surgieron otras amenazas, como: la expansión de la frontera agrícola y ganadera, la deforestación, la fragmentación de su hábitat, la ocupación humana de sus áreas de distribución, entre otras. Esto hizo que en Bolivia esté categorizado como especie vulnerable (VU) según el Libro Rojo de Fauna Silvestre de Vertebrados.
Actualmente, el problema se ha complejizado porque la demanda de partes de jaguar se ha incrementado, ingresándolo a redes de tráfico internacional. Debemos recalcar que la cacería de fauna silvestre es la cuarta actividad ilícita más lucrativa del mundo. Además, la globalización ha descentralizado el crimen organizado a diferentes continentes, haciendo más difícil obtener datos sobre las causas de la demanda; los actores implicados y los lugares de paso hasta llegar a su destino. Bolivia es parte de la cadena mundial de tráfico, exportando al mercado asiático (sobretodo China) partes de jaguar (entre muchas otras especies de fauna, como sapos, lagartijas, loros y tortugas), Al parecer, las partes más demandadas son los colmillos, que se usan como símbolo de estatus social. Sin embargo, muchas otras partes también son demandas, (como pieles, garras, cráneos, huesos, bilis, ojos, entre otras), como ornamentos o para la medicina china tradicional.
En Bolivia, la caza y tráfico de jaguares están relacionadas al extractivismo, que según el investigador Eduardo Gudynas, (2015), quiere decir la extracción de recursos naturales en gran volumen, con alta intensidad y con el fin de exportación sin ser procesados. Además, este fenómeno tiene efectos derrame, que significan las modificaciones en las políticas públicas para permitir el extractivismo. En el caso del jaguar, se lo caza a gran escala, afectando de gran manera a los ecosistemas que habita y se exportan sus colmillos al mercado internacional. Este problema se ha agudizado en la última década, que coincide con una etapa de políticas públicas que promueven proyectos extractivistas, como carreteras, mega hidroeléctricas, minería aurífera, exploración y explotación de petróleo, entre otros.
El extractivismo está intimamente relacionado con el colonialismo moderno, perpetuando tratados, leyes y contrataciones directas desde el estado con empresas transnacionales a puertas cerradas y sin consulta previa pasando por alto las leyes de la Constitución Política de Estado Boliviano. Este sistema sostiene aún la peligrosa idea de seguir viendo a la Madre Tierra como “conjunto de recursos a ser explotados” haciendo caso omiso a las advertencias científicas sobre la vulnerabilidad ambiental de nuestro planeta, a los tratados internacionales para frenar la crisis climática y la dependencia a los combustibles fósiles.
Aproximadamente, desde el 2015 empresas chinas y el banco Chino Eximbank se han beneficiado de todo tipo de proyectos extractivistas en el país. Estos proyectos tienen impactos negativos en el medio ambiente, vulneran derechos humanos y derechos colectivos, y además implican la muerte de cientos de miles de especies de flora y fauna. En este caso, el jaguar representa a otras especies menos carismáticas, pero que sufren de igual manera el desplazamiento forzado, la destrucción de sus hábitats, la caza, el tráfico y finalmente la extinción.
Algunos casos de empresas chinas que obtuvieron contratos millonarios son el ingenio azucarero de San Buenaventura, la hidroeléctrica de Misicuni, la planta industrial de potasio de Uyuni y la vía férrea Bulo Bulo-Montero. Firmas como China Railway y CAMC fueron denunciadas por vulnerar derechos laborales. En 2016, YPFB contrató a las empresas chinas Sinopec y BGP para la exploración de hidrocarburos en la Amazonía (en los bloques Beni y Nueva Esperanza, situados en la cuenca de Madre de Dios), haciendo 61.835 detonaciones de dinamita sobre una línea de 2.675 kilómetros de largo, e implicando la contaminación de fuentes acuíferas subterráneas, además de afectar los bosques. Uno de los bloques se expande sobre 717 kilómetros y abarca el hábitat del jaguar. Vale remarcar que no se hizo la consulta previa, libre e informada a las 59 comunidades que habitan ese territorio. Para esto, se necesitó la presencia invasora de 1.500 trabajadores y la construcción de 200 helipuertos.
Otro ejemplo de ese año, es la adjudicación de la empresa Nacional de Electricidad (ENDE) al consorcio de empresas Asociación Accidental Rositas (AAR), constituida por la China International Water & Electric, la China Three Gorges Corporation y la Empresa Constructora REEDCO SRL de Bolivia. por 1000 millones de dólares, desembolsados por el banco chino Exim Bank, para la construcción de complejo de 7 megahidroeléctricas “Río Grande”, que se encontraría en el Río Grande y Río Rositas al sur de Santa Cruz. Entre 2007 y 2017, la deuda externa de Bolivia a China creció más de siete veces al pasar de 75,4 millones de dólares a 571,2 millones de dólares en 2016, según datos del Banco Central de Bolivia (BCB). Además, el Gobierno contrató 627,5 millones de dólares adicionales para financiar diferentes proyectos, principalmente para la construcción de carreteras que fueron financiadas por Eximbank. Por otro lado, el 2017, la empresa china Sinohydro obtuvo la licitación para construir la mega hidroeléctrica Ivirizú en Cochabamba (dentro del Parque Nacional Carrasco), que costará más de 549,9 millones de dólares.
Cronología del exterminio
- Este año marca un antes y un después en este caso, porque en años previos no existía una demanda tan alta de colmillos. El 2014 año se detecta por primera vez el envío de colmillos de jaguar vía correo hacia China. Entre 2014 y 2016, se interceptaron 344 colmillos de jaguar que iban a ser enviados por este medio, lo que equivale a 87 jaguares aproximadamente. Además, se descubrieron anuncios por radio, ofertando dinero a cambio de colmillos y otras partes de jaguar.
- Desde el 2015, los vínculos comerciales entre Bolivia y China se afianzan. Según el embajador de ese entonces, Wu Yuanshan, llegaron al país casi un centenar de empresas chinas entre 2005 y 2015. A fines de año, el gobierno emitió el Decreto Supremo 2574, que autoriza la contratación de obras, bienes y servicios bajo procedimiento y condiciones específicas para ejecutar proyectos. Es decir, las empresas chinas pueden acceder a contrataciones millonarias y los créditos provenientes del banco chino Eximbank condicionan la ejecución de recursos bajos reglas propias. Además, se impone a algunas instituciones estatales a aprobar y ejecutar proyectos con financiamiento chino. Mientras tanto, la caza y tráfico ilegal de fauna silvestre se exponencian. El entonces director de la Policía Forestal de Medio Ambiente (Pofoma), Fausto Téllez, informó que durante 2015 su oficina recepcionó unos 500 casos entre denuncias de maltratos, tráfico y muerte de diferentes especies. Entre 2013 y 2015, se calcula la muerte de al menos 30 jaguares.
- En 2016, las amenazas al jaguar se intensifican, como producto de la nueva relación entre los Estados de Bolivia y China En primer lugar, la adjudicación de millonarias obras públicas a empresas chinas, aumentan el flujo migratorio: en 2011 ingresaron 2.624 chinos y en 2016 la cifra llegó a 12.861, aumentado la demanda de jaguares, tanto en Bolivia como en China. Entre 2014 y 2016, se contabilizó la muerte de al menos 85 jaguares por la caza y tráfico ilegal.
- La afectación por empresas y el estado Chino en complicidad con el boliviano es la agroindustria, pues ese año el gobierno boliviano gestionó la exportación de carne de res, soya, quinua y café a China. Esto expandió la frontera agrícola y ganadera aún más, afectando el área de distribución del jaguar.
- El 23 febrero del 2018, en la ciudad de Santa Cruz, se incautaron de 2 personas chinas (pero nacionalizadas bolivianas) y 1 persona boliviana, 185 colmillos, 3 cueros, 2 garras y 1 chaleco de jaguar. Esto significa la muerte de alrededor de 48 jaguares. Además, 1 saco de leopardo africano, estatuillas de marfil, 2 cascabeles de serpiente, 2 cuernos de ciervos de pantano y 2 garras de pejichi. También se incautaron armas de fuego (esto indica que los traficantes podrían ser parte de una red internacional de tráfico ilegal de fauna). Desde el Ministerio de Medio Ambiente y la Gobernación de Santa Cruz se empezó un proceso penal, para sentenciar a los traficantes a 6 años de prisión. Las audiencias de los acusados se suspendieron 4 veces, por diferentes motivos como la ausencia del juez, la ausencia de los acusados, la falta de traductor (incluso, en una ocasión el fiscal olvidó llevar las pruebas, que son los colmillos). El 15 de agosto, se inició el juicio y los acusados fueron imputados por el delito de destrucción de bienes del Estado y la riqueza nacional. En marzo del mismo año, en Trinidad se aprehendió a un hombre boliviano que ofertaba colmillos y cráneos de jaguar por internet. El sujeto fue enjuiciado por el delito de tráfico ilegal de biodiversidad y vida silvestre. Lamentablemente, entre 2008 y 2018 se iniciaron 82 procesos penales por ese delito, pero sólo 10 han tenido sentencia ejecutoriada.
Situación legal: aniquilación aún impune
En Bolivia la normativa en materia de biodiversidad es obsoleta y carece de especificidad para hacer justicia a los jaguares. Si bien la caza y tráfico de fauna silvestre está tipificada como delito en el Código Penal, la pena es muy baja y en todos los casos, se ha otorgado medidas sustitutivas en vez de años en cárcel. Por eso, es más efectivo enjuiciar a los traficantes por los delitos de destrucción o deterioro de bienes del Estado y la riqueza nacional, que tienen más años. Sin embargo, jueces y fiscales no están bien informados sobre esta opción, no comprenden la gravedad del delito o son cómplices de corrupción.
Las leyes nacionales que protegen al jaguar son la Constitución Política del Estado, en sus artículos 108, 342, 346 y 383; la Ley 1333 de Medio Ambiente en sus artículos 3, 52, 55, 106 y 111; la Ley 071 de Derechos de la Madre Tierra en sus artículos 3,5 y 7; y la Ley 300 de Desarrollo Integral en su artículo 23.
Hasta la fecha, hay 30 casos de tráfico de jaguares reportados, de los cuales solamente 3 (el 10%) han sido sentenciados con 3 años de cárcel, lo que tan solo significa el otorgamiento de medidas sustitutivas. Es decir, nadie ha sido encarcelado en el país por traficar partes de jaguar.
En Bolivia la normativa en materia de biodiversidad es obsoleta y carece de especificidad para hacer justicia a los jaguares.
En China, sin embargo sí existen penas por traficar fauna silvestre no permitida aunque no hacen justicia ante la matanza mundial de fauna silvestre. En 2016, un ciudadano chino que iba desde Bolivia, intentó introducir 119 colmillos, pero fue capturado en el aeropuerto de Beijing, sentenciado a 4 años de cárcel y multado con 10.000 dólares. Mientras que la embajada china en Bolivia se pronunció al respecto: “el Gobierno chino castiga fuertemente estas actividades ilícitas y delitos que dañan a los animales; hace falta un fuerte castigo a esos delitos (…). China castiga más fuertemente esos delitos”, dijo el embajador de China, Liang Yu.
En resumen, entre 2014 y 2018, se decomisaron 434 colmillos de jaguar con destino a China y se registraron 648 colmillos de jaguar, además de garras y cráneos. Sin embargo, existen numerosos reportes no oficiales, por lo que es imposible calcular cuántos jaguares se mató. En 2014 se decomisaron 65 colmillos y contabilizaron 6 casos; en 2015: 240 colmillos en 5 casos; en 2016: 158 colmillos en 11 casos; en 2017: 0 colmillos en 6 casos; y en 2018: 185 colmillos en 2 casos. En cuanto a los envíos por correo, ECOBOL denunció 16 casos provenientes de Santa Cruz y Cochabamba con destino a China, con un total de 337 colmillos.
En Bolivia, la caza y tráfico de fauna silvestre se ha exponenciado por muchas causas, pero se hace evidente que la política actual tienen gran parte de la responsabilidad. El extractivismo en Bolivia y los efectos derrame han potenciado todas las amenazas al jaguar. Tanto desde las altas autoridades que no se pronuncian, como la justicia que retarda los procesos, hasta la inexistencia de leyes nacionales que protejan la fauna silvestre. Mientras la impunidad siga siendo la regla, la caza y tráfico seguirá aumentando. Además, existen pocos recursos para efectivizar la protección y prevención. El ministerio de medio ambiente y aguas, las gobernaciones, los municipios y la policía no cuentan con suficientes recursos de personal, económicos ni metodológicos para enfrentar este problema en toda su magnitud. Si tomamos por ejemplo, los casos africanos de caza de fauna como elefantes o leones, podemos ver que la tendencia es el alza de violencia en las organizaciones traficantes y el aumento de participación de actores locales en la caza y tráfico. En el caso del jaguar, su desaparición implicaría también la afectación a su hábitat y a sus presas. Esto es alarmante para las ciudades sobre todo por el caso de la Amazonía, que ya está en peligro de sufrir una crisis hidrológica en los próximos años, lo que llevaría a crisis de agua más intensas en el resto del país. Como se puede ver, la amenaza al jaguar, es también una amenaza a la humanidad, el medio ambiente, la biodiversidad y las culturas ancestrales.
REFERENCIAS
Da Silva, M., R.B.Wallace & P. Jepson (2018) Situación actual, gobernanza y perspectivas para enfrentar el tráfico de jaguar (Panthera Onca) en Bolivia para mercados asiáticos. Libro resúmenes del IV Congreso Latinoamericano y VIII Congreso Boliviano de Mastozoología, La Paz, Bolivia.
Eduardo Gudynas,(2015) Extractivismos. Ecología, economía y política de un modo de entender el desarrollo de la naturaleza, CLAES/CEDIB, Cochabamba, Bolivia.